Fluyen las noches, pasan los meses y poco a poco se van acumulando los años, pero al final pesan más los daños, sin embargo, el tiempo trae momentos y personas valiosas, que aprendemos a atesorar, que nos ayudan a brillar de nuevo, amores pasajeros, que en algún momento reviven el anhelo de aquel amor...
Al final del día te das cuenta que más allá de estar rodeada de personas lo que vale es que las pocas que estén, siempre tengan la mano lista para ti, al final una maleta liviana permite ir más lejos...
Y ahí está ella, la que danza conmigo en las noches, la que a veces duele, la que me fortalece, la que me enseña que no necesito de nadie para ser feliz, aunque en el pecho se instale un vacío medianamente insoportable, ella mi compañía, ella tan ella, la soledad que muchos odian, pero tan necesaria a veces...
Cada paso cuesta, pero el tiempo los hace firmes, los aleja de la falsedad y entre más aferrados a la tierra están, mejor es la templanza para detenerse a mirar el cielo y saber que ese es el limite y que el mundo es nuestro para volar y es ahí cuando entiendes que ya no perteneces a un lugar y que ya no eres la misma, que cada día eres más grande...
Y entonces me mira, yo la miro de regreso, me sonríe y le devuelvo la sonrisa, ella es testigo de lo mucho que me ha costado sacarme del abismo, así que orgullosa me dice: -¡Es ahora!. Respiro profundo, levanto mi mirada y con lagrimas en los ojos agradezco, porque aunque hay heridas que aun duelen y cicatrices que me recuerdan un pasado, aun estoy viva.
https://www.youtube.com/watch?v=uz96tnEoIvc
9.14.2020
Una testigo silenciosa
Publicado por
Daniela Jiménez
en
19:40
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